La bomba U2 llega a BCN - ESP

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Ante los 53.000 espectadores que el viernes por la noche llenaban el estadio Charles Ehrmann de Niza, Bono proclamó que U2 se sentía "en casa". Por supuesto, hubo ovación eufórica. Este tipo de sentencias siempre han gustado al público de rock. El caso es que los irlandeses literalmente actuaron en casa. O, para precisar, en su segunda casa. Los cuatro músicos y sus respectivas familias pasan bastantes temporadas en la residencia con piscina que cada uno de ellos mantiene en la Costa Azul.
Fue, por tanto, un concierto sin hotel, de cercanías, entre conocidos --Bono invitó a 800 amigos y familiares--, de estadio menor, el último antes de su aterrizaje hoy en el majestuoso Camp Nou, donde se reunirán más de 80.000 seguidores que agotaron las entradas tras una épica jornada de colas, sudor y nervios. La anterior visita del grupo fue en el 2001 en el Palau Sant Jordi ante, parece mentira, sólo 19.000 espectadores.
Los miembros de U2 volarán hoy mismo desde Niza hacia Barcelona recuperados ya, esperemos, de la fiesta posterior al concierto del viernes. Entre los invitados ilustres --a la fiesta y al concierto--, Elton John, Michael Stipe y Quincy Jones, a los que Bono citó desde el escenario. Al primero le agradeció su activismo en la lucha contra el sida; del líder de REM destacó sus dotes de vocalista y su conciencia social; del productor musical se quedó con una enseñanza: "Quincy Jones --declaró-- fue quien me hizo ver que a través de la música se pueden cambiar muchas cosas en el mundo".

DIVO Y PREDICADOR
Sí, Bono habla y mucho a lo largo de sus conciertos de este Vertigo Tour. En el tramo inicial suele comportarse como un gamberrete, como un punk, sobreactuado y exagerado, que saca la lengua y escupe el agua, como un arquetípico divo del rock. Luego, en el cuerpo central, echa el freno de mano y emerge el Bono mesiánico, el Bono emocional, el Bono político. El que grita contra la pobreza, reclama la coexistencia pacífica de todas las religiones y llama a erradicar las enfermedades más letales del tercer mundo. Bono es un gran agitador de masas, tanto en el trayecto más festivo del repertorio como entre canción y canción, cuando se sube al púlpito a predicar el bien.
The Edge, Adam Clayton y Larry Mullen Jr., los otros miembros del cuarteto, le dejan hacer, desde cierta distancia, porque entre todos parecen haber alcanzado la fórmula idónea para que los apasionados mensajes del líder del grupo no solapen la esencia de lo que debe de ser un espectáculo de rock.
Bono encuentra siempre un enlace entre la canción que van a tocar y la rabiosa actualidad. Suenan los primeros acordes de, por ejemplo, Miss Sarajevo y el cantante dedica la pieza a las víctimas de los atentados de Londres, Egipto y todo Oriente Próximo ocurridos en las últimas semanas. Suena el arranque de Where the streets have no name y Bono recuerda, con voz firme, que esas calles olvidadas de África existen, calles en las que "hay miles de personas que mueren vergonzosamente de hambre día tras día".
El grupo refuerza su presencia escénica con una enorme pantalla, formada por 11.000 bombillas, que emite deslumbrantes fogonazos de imágenes, casi siempre con el objetivo de impactar en la conciencia de un público que se lo pasa bien. Son dos horas de un show que, aparte de comprometido, resulta avasallador.
El fan de U2 se va contento porque escucha las canciones que quiere escuchar, los grandes éxitos que han cimentado la estatura mastodóntica del grupo. Según el repertorio que han repetido en las últimas actuaciones, U2 empezará esta noche en el Camp Nou con Vertigo, el primer sencillo de How to dismantle an atomic bomb, que no sólo abre sino que cierra también el concierto. Ni que andasen escasos de material.
A partir de ahí, enlazan canciones de sus orígenes, como I will follow, Electric Co. y New Year's day, hasta mitad de recorrido, momento en que deshojan el último disco. City of blinding lights, Miracle drug y la elegíaca Sometimes you can't make it on your own suenan reforzadas por efectos proyectados desde la pantalla. En Niza, en esta última canción, Bono se puso personal y recordó la figura de su padre ya fallecido.
El final, según el guión de las últimas fechas, debe alcanzarse con Pride, Where the streets have no name y One. En la bronceada ciudad francesa, dos bises de tres canciones cada uno, de discos distintos, sellaron el concierto; posiblemente suceda lo mismo hoy en Barcelona.
Los grupos Keane y Kaiser Chiefs entretendrán esta noche la espera.